14 Nov Redes y esfera pública
Redes y esfera pública
Sin duda alguna estamos frente a una transformación radical de los modos en que comprendemos, estamos en el mundo y nos relacionamos con otros. La revolución digital como se le ha llamado a la era de Internet, ha cambiado nuestras prácticas y ha sacudido -a fondo-, diferentes espacios, por ejemplo, la escuela, el ocio, la política.
Las características de esta era digital son la transformación de las ideas, las palabras, las imágenes en millones de datos y bytes distribuidos en diferentes plataformas, sitios, blogs, etc. En lo que usted ha leído este primer párrafo y de acuerdo a https://www.webfx.com/internet-real-time/ se han producido 219 mil nuevos post en Facebook, se han escrito 22 800 nuevos tuits. Las y los usuarios de las redes sociales han subido fotos de sus gatos, su comida, han compartido sus sentimientos con una inmensa mayoría de desconocidos y han participado activamente en discusiones intrascendentes o fundamentales. ¿Qué implica esta nueva ecología?
Tres son las características principales de este ecosistema: velocidad, ubicuidad, inmediatez. Los datos circulan a una velocidad inédita, en un espacio público expandido y prácticamente en tiempo real. Todo esto, si bien favorece la circulación de información, dificulta la validación y propicia la reacción no ponderada frente a los estímulos de una interconectividad constante.
Las redes sociodigitales, esa dimensión tan liberadora como aterradora de la era digital (Facebook, Twitter, Instagram), forman parte sustantiva de este nuevo espacio público, en el que sin duda se ha avanzado en la capacidad ciudadana para hacer visibles injusticias, vulneración de derechos, documentación de acontecimientos que de otro modo quedarían relegados u olvidados. Sin embargo esta esfera es también terreno fértil para diseminar y amplificar noticias falsas, odios, formas de humillación y descalificación.
En el caso mexicano (aunque es una tendencia que se globaliza lamentablemente muy rápido), asistimos a un acelerado deterioro del debate democrático, uno, en el que el disenso y la crítica son indicadores de una esfera pública robusta y saludable. Me interesa llamar la atención sobre el hecho de que Twitter se ha convertido en un preciado territorio en disputa política entre contendientes (opacos), que buscan generar olas de opinión que favorezcan o acallen voces, acontecimientos, que construyan adversarios. Por su arquitectura (una red que apuesta a la autoregulación a través de normas de uso muy claras) y formas de operación (el hashtag o etiqueta como articulador de voces colectivas), Twitter es especialmente atractivo para lo que voy a llamar el cuidadoso trabajo sobre las narrativas que orientan la agenda pública.
Se trata en realidad de un mecanismo antropológico de alma antigua sustentado en la oposición amigo/enemigo y que hoy se exacerba precisamente por la velocidad y la crisis de los aparatos de verificación. En estas estrategias orquestadas que han encontrado en las redes un campo para cultivar la demonización de un adversario que se construye cada vez y siempre a modo, lo que se pierde y se diluye es el impulso democrático, ese que busca en la palabra colectiva no la verdad absoluta, no anular la categoría del otro, sino justamente la capacidad y la obligación de traer al centro la diversidad que no es una amenaza, sino una condición constitutiva de lo social.
En estos días convulsos -y dolorosos-, en que el estruendo dificulta la conversación colectiva, recibo una respuesta a uno de mis tuits en el que aludo justamente al uso tramposo de las redes, en el que me dicen que Twitter pasará de moda y vendrán otras plataformas; no estoy segura de compartir esta perspectiva, porque estoy convencida de que las redes no son el problema, el problema somos nosotros y más concretamente el problema es la avaricia y la ceguera de una clase política y económica que no logra calibrar que lo que va en juego es literalmente la posibilidad de una vida colectiva.
Este texto fue publicado originalmente en Reforma como colaboradora invitada, el 08 de noviembre. La autora es Profesora-Investigadora Emérita y Coordinadora General de Signa_Lab del ITESO.