13 Abr Eros y Tánatos: Rutas GPS Post-Coronavirus
Eros y Tánatos: Rutas GPS
Post-Coronavirus
Luis Buñuel en su quimera nos hizo imaginar que la ilusión viajaba en tranvía. Por su parte, los anhelos de Tennessee Williams nos ofrecieron la ensoñación y esperanza erótica de un tranvía llamado deseo. Pero ¿qué tal si en esos tranvías de ilusión y Eros (vida) se cuela la pulsión de un Tánatos (muerte) y obliga a los pasajeros a distanciarse, a separase, a bajarse y, finalmente, a desaparecer y su espacio lo ocupa un virus devenido flujo imparable? Es el impulso de Tánatos el que ha servido de GPS al genoma viral Covid-19 en su viaje global. Envuelto en glicoproteínas con un poco de grasa, lleva al igual que sus otros seis hermanos una corona de espinas, razón por la cual se bautizó popularmente con el nombre de Coronavirus, para convertirse en un evento mediático, provisto de la teatralización y escenificación ritual de la política y los medios de comunicación.
Ante la imposibilidad de detener su viaje, cuan hilito de aliento imparable, el virus transmutó rápidamente de enfermedad, aflicción, infección, plaga, en un asunto de estado: pándêmos (pan [todos] demus [pueblo]), pandemia. Como asunto público, del pueblo, el Covid–19 se coronó globalmente. En su caminar por la milenaria ruta de la seda, viajó hacia Europa y el resto del mundo desde Wuhan, importantísimo centro político, económico, financiero, comercial, cultural y educativo de China, motor de la economía neoliberal global. Su recorrido fue impulsado en muchos lugares, como ha sido en el Mediterráneo y el Caribe, por aliados de la economía neoliberal global como el low-cost flying, el short-term rental, y el massive tourism. En su recorrido por el mundo, el Covid-19 ha triunfado y triunfa en los grandes escenarios de Estados Unidos y el Reino Unido por la voracidad política y cultural del laissez faire de un capitalismo y políticas neoliberales que siempre anteponen el bienestar económico al humano.
La actitud expansionista del Covid–19 y su pulsión hacia Tánatos llevan a pensar el papel de la información y la extracción de datos en estos tiempos de pandemia. Por un lado, nos encontramos a merced de una aceleración de la automatización técnica de la información y la extracción de datos de todo aquello que se refiera a lo humano, a la vida, al eros. Por otro lado, agobia la manera en que, sometidos, sojuzgados y dominados por el pándêmos, nos convertirnos en forraje y alimento del apetito insaciable de datos, Data-Driven, de las principales empresas de plataformas de Internet y de todos los gobiernos y economías mundiales en el afán de querer detener el viaje global del Covid–19 y poder quitarle su pasaporte, all-inclusive.
Recordemos los tiempos de la explosión viral informática del Y2K y del mítico 11-S en que los líderes del mundo presionados por tensas negociaciones trataban de contrarrestar la sinrazón de sus juicios y acciones. Fue un momento en que el régimen de la información estableció mediaciones tecnológicas que agudizaron el control social mediante la estadística y redujo toda comunicación al manejo de contenidos susceptible a la fácil e instantánea cuantificación, procesamiento, memorización, transmisión e intercambio. En otras palabras, el régimen de la información operó una reducción del lenguaje y del conocimiento, una especie de grado cero de la información que intentaba paliar la tensión, la ansiedad e incertidumbre del porvenir.
El intento de atenuar la tensión, la ansiedad y la incertidumbre del confinamiento pandémico causado por del flujo viral del Covid – 19 nos lleva en estos momentos a buscar y a asirnos a opiniones, a noticias en la radio, televisión, periódicos e Internet, a entrevistas, a crónicas, a lecturas, recuentos, cifras, consejos, Memes, Influencers, YouTubers, vídeos, películas, series, Twitter, publicaciones de Facebook, fotografías de Instagram, chats en WhatsApp. Queremos paliar la tensión causada por las cifras que muestran el aumento en el número de muertos, la ansiedad por querer saber si se está o no contagiado o si nos contagiaremos.
Este afán por certezas para mitigar la pulsión hacia Tánatos que acarrea el Covid – 19 nos conduce a un dilema. Estamos ante un momento difícil del que puede que no haya escapatoria debido a que acarrea dos situaciones mutuamente conflictivas y, por momentos, dependientes entre sí. Por un lado, como ciudadanos del “demos”, aceptamos cada información que tiene la osadía de colarse y presentarse ante nuestro sistema cognitivo sin respetar distancias ni aislamiento social y que pertenece al bombardeo comunicacional de mensajes continuos y altamente mediatizados, y de múltiples fuentes, medios y canales, dirigidos a quienes compartimos globalmente el confinamiento. La información que nos llega se asume como necesaria, muchas veces sin cuestionar su procedencia. Reconocemos en ella los intentos y maneras de reducir el contagió viral del Covid-19 para poder retomar nuestra pulsión de vida, nuestro eros, nuestras ilusiones, nuestros deseos. Vemos esta información como un antiviral, un anticuerpo, un antibiótico contra el Covid – 19.
Por otro lado, preocupa como ciudadanos del “demos” que nos arrope la pandemia del culto al dato y a la información propia de la incertidumbre apocalíptica del capitalismo con sus nuevos órdenes económicos, autoritarios, necropolíticos y biopolíticos globales. Por ello, inquieta la normalización e instauración por los estados nacionales alrededor del mundo de sistemas de vigilancia sanitaria modelados en la centralidad de la información y datos, igual que aquellos que impulsan a las empresas del capitalismo de plataforma: Google, Facebook, Airbnb, Booking, YouTube, Spotify, etc. etc. etc. La Organización Mundial de la Salud describe el sistema de vigilancia centinela mediante sistemas de posicionamiento global, GPS, como aquél que se utiliza cuando se necesitan datos de alta calidad sobre una enfermedad en particular y que no se pueden obtener a través de un sistema pasivo. No es un sistema nuevo y se ha estado utilizando en espacios contralados desde hace más de veinte años. Por ejemplo, durante la celebración de la Copa del Mundo en Francia en 1998, se estableció un sistema automatizado de vigilancia centinela para monitorear los efectos del evento en la salud de la población general francesa. Como régimen normalizado globalmente, éste sería uno donde la extracción de datos sanitarios de la población constituiría un importante activo o uno de los activos más importantes para el posicionamiento económico y político de los países dueños y garantes de las tecnologías de la información.
Al fin y al cabo, mientras Influencers mediáticos, intelectuales y académicos intentan describir la configuración del orden global capitalista una vez se disipe el Covid-19, lo que todos queremos es que la tensión y la ansiedad desaparezcan, que no haya más muertos ni más contagiados y que recobraremos finalmente nuestra cotidianidad. No obstante, estamos ante la encrucijada que los dilemas del culto al dato y a la información engendran en tiempos actuales de la necropolítica y la biopolítica. Muchas interrogantes surgen cuando queremos imaginar la era Post-Coronavirus. Yo me planteo las siguientes. ¿Subiremos al tranvía de nuestras ilusiones, nuestra pulsión de eros y nuestros deseos con o sin GPS? ¿Recobraremos la sociabilidades y sensibilidades que nos arropan, nos unen, nos entrelazan y entrecruzan con o sin GPS?
Hasta el momento, no vislumbro un mundo de ilusiones ni deseos a lo Buñuel o a lo Williams. Más bien, el GPS Post-Coronavirus traza la ruta hacia la fantasmagoría de 28 horas después y Niños del hombre y nos lleva a transitar hacia un mundo donde el capital exige la administración biológica de la población mediante unas medidas de control sanitario que exigen la disciplina y la regulación del cuerpo para la protección del cuerpo biológico de la nación. Sólo queda confiar que queden en la tierra un hilito de ilusión y deseo y sirvan de GPS a V con su Vendetta.